martes, 18 de octubre de 2011

Retroceder es una posibilidad

Jorge Giraldo Ramírez 
Publicado el 17 de octubre de 2011
El Colombiano

Por eso resulta tan sospechosa la versión de que la ciudad no es un modelo sino un desastre. Y por lo mismo resulta diciente que un candidato quiera "rescatar" la ciudad, darle un vuelco. Según Planeación Nacional, Medellín es el municipio mejor administrado del país. El que la quiere cambiar, ¿en qué puesto nos va a dejar? Esto es lo que se juega en las elecciones del 30 de octubre.


La idea del progreso como algo dado se acabó. Es uno de los signos del tiempo que vivimos y uno de los peores desengaños que produjo la modernidad en el hombre contemporáneo. Tan ingenua y peligrosa como el dicho "para atrás, ni para coger impulso", es la idea de que todo porvenir siempre será mejor.

El caso contemporáneo más discutido es el de las ciudades. ¿Cuándo pasó Caracas de ser uno de los centros culturales más importantes de Hispanoamérica a lo que es hoy? Algo de eso se recuerda cuando los boletines europeos del clima incluyen a Caracas pero no a Bogotá. ¿Qué está pasando con Monterrey, uno de los orgullos del Estado mexicano convertida hoy en centro de la violencia del narcotráfico? Cuando Carlos Fuentes hablaba de México como un penthouse construido sobre un tugurio, seguramente asimilaba el penthouse a Monterrey.

En el foro "Antioquia, grandes iniciativas" realizado el pasado 5 de octubre por convocatoria de la Universidad EAFIT, Proantioquia y El Tiempo , el director de este diario hizo alusión al caso de Bogotá. Roberto Pombo reflexionaba sobre el optimismo bogotano de los últimos 20 años que les hacía pensar que la ciudad había quebrado definitivamente los obstáculos para su desarrollo moderno y cívico. Después se quejó: una obra tan difícil y dispendiosa era posible destruirla en 2 años de una mala alcaldía.

Bogotá es el ejemplo más cercano y reciente de que el progreso no es inexorable. Una ciudadanía confiada, mal informada, veleidosa, puede darles la oportunidad a un político corrupto, inescrupuloso, demagogo, y entregarle la institucionalidad local en comodato a los contratistas, los rentistas y a todos los depredadores de los bienes públicos. La intervención de Pombo llamaba la atención sobre este punto. No se crean en Medellín que la marcha de la ciudad no tiene reversa.

He aquí el gran reto de las próximas elecciones locales. Ese reto empieza por la percepción propia y ajena sobre la ciudad. Según la "Encuesta de Percepción, 2011" de "Medellín cómo vamos", 7 de cada 10 habitantes de la ciudad creen que las cosas en la ciudad van por buen camino y 14 de cada 15 se sienten satisfechos con la ciudad como vividero. La imagen de la ciudad en el exterior es asombrosamente positiva. Lo dicen los visitantes, los estudios académicos, los frecuentes premios internacionales a la obra de los últimos 8 años.

Es razonable que los ejercicios analíticos de la firma Ipsos-Napoleón Franco hayan señalado que la continuidad es una de las aspiraciones más firmes de los habitantes de la ciudad. Continuidad no quiere decir conformismo, quiere decir deseo de avanzar sobre lo construido, de hacer las innovaciones tomando como punto de partida los aspectos básicamente resueltos de la ciudad (que no son pocos), de potenciar los aprendizajes del pasado.

Por eso resulta tan sospechosa la versión de que la ciudad no es un modelo sino un desastre. Y por lo mismo resulta diciente que un candidato quiera "rescatar" la ciudad, darle un vuelco. Según Planeación Nacional, Medellín es el municipio mejor administrado del país. El que la quiere cambiar, ¿en qué puesto nos va a dejar? Esto es lo que se juega en las elecciones del 30 de octubre.


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