miércoles, 4 de mayo de 2011

Melguizo no es.


Las verdades de Melguizo.

Renunció Melguizo a su aspiración electoral, es verdad. Desistió de sus intenciones gracias a que se sentía solo y sin respaldo de sus amigos y compañeros de trabajo, es lastimosamente cierto.
En su lánguida y reprochable alocución, Melguizo juzgó y condenó a sus mentores Sergio Fajardo y Alonso Salazar, reclamó públicamente al Partido Verde la lectura del mapa electoral de la ciudad y el hecho de que piensen en una alianza con otro partido como una alternativa viable.
Es triste ver como un incansable trabajador (es verdad) como Melguizo, sale por la puerta trasera de la administración Salazar y, posteriormente, tira todas las puertas de su futuro político al negarse a oír las sugerencias de su compañero en Compromiso Ciudadano, Sergio Fajardo.
Es verdad que Melguizo es un veterano de mil batallas; pero también es cierto que muchas de esas batallas fueron innecesarias, como la batalla perdida contra los símbolos antioqueños de la que el gran damnificado fue su jefe, el alcalde Alonso Salazar.
Es verdad su batalla contra un empleado de la Secretaría de Cultura, pelea sin pruebas que solo lastimó la autoestima de sus empleados y no tuvo ningún éxito jurídico.
Es verdad que mantuvo como colaborador a uno de sus mejores amigos, sin importar que sus jefes le ordenaran realizar un cambio en busca de mejores resultados institucionales.
Es verdad, también tristemente, que mientras parte del sector cultural le rendía homenaje de despedida, igual parte de este sector celebraba su salida con esperanzas de tener a un interlocutor sin prejuicios que escuchara sus argumentos.
Es un hombre veloz Melguizo. Verdad. Y es verdad que esa velocidad, a veces, le impide pensar con claridad y lo hace decir cosas de las que, aunque se arrepiente, no admite como errores.
Como también es verdad, una gran verdad, que Melguizo se tiró al ruedo electoral sin consultar o avisar a gran parte de sus compañeros en la Alcaldía de Medellín, lo que generó una lógica reacción: no hubo apoyo, se quedó solo.
Es verdad que admite en su comunicado que en 5 meses de campaña no logró unir a Compromiso Ciudadano, a la ASI y a los verdes en torno a su propuesta; sin embargo es cierto también que le falta capacidad de análisis al no entender que la falta de apoyo se debe a él mismo, a su poca capacidad de autocrítica, a su carácter sectario y divisionista, a su fea costumbre de descalificar a quienes no piensen como él.
Es una verdad corroborable en los mensajes que escriben sus colaboradores luego de su renuncia. Renuncia que sólo logró dividir a su movimiento, sembrar un profundo odio que sus pocos seguidores eficientemente se han dedicado a difundir y que ha logrado hacer que Medellín vea a los dos últimos gobiernos de la Ciudad como unos políticos del montón. Y él sabe que no es así. Él sabe que miente.
Elocuente, ruidoso y dicharachero, Melguizo es poseedor de una gran verdad: es un hombre de amores y odios, algo que en términos electorales generaría temores no solo en el Partido Verde sino en cualquier organización política.
Todo esto nos lleva a quienes miramos de cerca a Medellín a pensar que hoy se develó una gran verdad: Melguizo no es el hombre que la ciudad necesita. Melguizo no es quien logrará derrotar el odio que impide el desarrollo. Melguizo no es quien entendió la frase que Fajardo pronuncia hace muchos años: “en todos los partidos políticos hay gente muy valiosa”.
Bienvenida, entonces, la renuncia de este personaje. Bienvenida la prudencia de sus excompañeros y mentores, que no cayeron en el juego de dimes y diretes. Bienvenidos los políticos que asumen con gallardía sus derrotas.

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