miércoles, 16 de febrero de 2011

La obligación de encarar el tema

Ramiro Valencia Cossio
El Colombiano / Febrero 12 del 2011

Antier, mientras estábamos en el entierro de nuestra madre, supimos la dolorosa noticia de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de condenar a nuestro hermano Guillermo León.
La mamá fue una lamparita que nos alumbró durante 98 años. No se apagó sino que se fue al cielo y el firmamento se iluminó. De ella, y de nuestro padre, aprendimos el respeto por la justicia.
Seis de nosotros, abogados, aprendimos también en la facultad, que la justicia es majestuosa. Majestuosa, porque se trata de recuperar la equidad cuando esta es desbordada por la conducta humana. Majestuosa, porque reconoce y obliga a restaurar los derechos. Majestuosa, porque aplica la ley a quien la infringe, para establecer el bien común.
La majestad, entonces, está en la justicia, porque ella se basa en la equidad, la transparencia, la imparcialidad, el apego riguroso a la ley y sus fallos tienen que estar basados en la verdad de los hechos y de las pruebas. Por eso al juez se le obliga a decidir con plena certeza y pleno convencimiento. El apoyo a la justicia tiene que ser total por parte de los ciudadanos. De lo contrario se quebrantaría uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho, de la Democracia y la vida en común.
La majestad reside en la justicia, no en los jueces. A ellos les compete no ser inferiores a la dignidad que encarnan. Ni las pasiones, ni el afecto o animadversión, ni sus ideas políticas o creencias pueden contaminar sus fallos.
Uno puede no estar de acuerdo con sus decisiones pero debe acatarlas con respeto.
En nuestro caso, como familia, y como no hay lugar a apelación por ser única instancia, acataremos respetuosos la sentencia de la Corte. Reiteramos una vez más que el amor fraterno es incondicional. Guillermo León cuenta con nuestro amor, con nuestro apoyo y nuestra presencia permanente. A todos nos queda la fe de que esa lucecita que ya está arriba nos dará toda la fuerza para doblar estas páginas dolorosas y renovar nuestras vidas.
Pido perdón por usar este espacio para algo personal, pero sentí que como columnista y por respeto a los lectores, tenía la obligación de encarar el tema.

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