miércoles, 12 de mayo de 2010

Hiede la derecha, hiede la izquierda

Arturo Guerrero | Medellín | Publicado el 12 de mayo de 2010

Durante dos siglos, desde la Revolución Francesa, la política ha dividido a la gente en dos bandos: izquierda y derecha. Ya no más. Por lo menos en Colombia, ya no más.

Lo dicen las cifras, en primer lugar. La reciente Encuesta Bienal de Culturas 2009, divulgada a mediados de abril por el Observatorio de la Secretaría del ramo en la Alcaldía de Bogotá, interrogó a los capitalinos sobre definiciones ideológicas. El 37% se declaró de centro; el 8, de izquierda; el 22, de derecha; el 36, no sabe / no responde.

En síntesis, sólo una tercera parte obedece al antiguo modelo dicotómico. La mayoría, las dos terceras partes, o no se interesan por él o se ubican en equidistancia de sus polos opuestos. ¿Es Bogotá reflejo del país? Es posible que no, pero vale como tendencia.

¿Qué indican la indiferencia y la posición 'centro' de estas mayorías? ¡Cansancio! Derecha e izquierda, por parejo y sin misericordia, se han dedicado en la historia a matarse y a matar, a corromperse cada vez que tienen el poder, a saquear la cosa pública, a engordar plutocracias excluyentes. Unos con un discurso, otros con otro, todos con los mismos métodos carniceros. Así en el país, así en el mundo.

En el mundo la izquierda colapsó luego de proclamar que la violencia es la partera de la historia y que el poder nace del fusil. El procedimiento de fusilar a los hombres para engendrar un hombre nuevo mostró que medios perversos contaminan de perversión los fines.

La derecha, lastrada de privilegios y latrocinios desde su origen, no vaciló en propagar el exterminio de sus adversarios ideológicos y la hambruna de los miserables. Utilizó, además, íntegros los resortes del Estado en esta faena brutal.

El siglo XX de Colombia, que aún no ha terminado en el 2010, ha sido una sucesión de barbaries de izquierda y derecha. Aniquiladores de la chusma originan el alzamiento armado de los perseguidos. Ejércitos insurgentes atrabiliarios provocan la organización de bandas asesinas que defienden a los propietarios.

Desde el Estado o desde la montaña, se sacrifica la vida, se miente, se utilizan todas las formas de lucha, se desaparece y ejecuta a inocentes, se tuercen las normas y las éticas. Derecha e izquierda hieden, y la gente no aguanta más. Por eso hace fila en pos de una voz que convoca a lo sagrado.

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