martes, 8 de junio de 2010

El país de las maravillas

¿Dónde están los ciudadanos?
Por: Mario Morales
NO PODÍA SER DE OTRA MANERA. Haberse casado con el Polo hubiese sido una contradicción imperdonable, y no por el Polo, sino porque el Partido Verde no podía jugar a lo mismo que sus rivales electorales: a venderle el alma al mejor postor.

En las crisis se mide el talante y la estatura moral de los líderes históricos. Y allí estuvo la diferencia. Mientras Santos, quien en abril veía cómo se le caía la estantería, acudió a todo, incluso a desdibujarse él mismo y a mimetizarse de Uribe porque él solito “no vende”, Mockus y sus allegados le apostaron, como dijo el editorial de este diario, a la coherencia: El fin no justifica los medios.

Señalar que no hacer alianzas es ingenuo, es una conclusión desde la política tradicional. Decir que Mockus se equivoca por decir lo que piensa, mientras Santos hace gala de ambigüedades, mentiras a medias y contradicciones es comenzar a contar la historia desde los vencedores.

¿De modo que no es posible llegar al poder si no es por los métodos tradicionales empedrados con politiquería, clientelismo y oportunismo?.

¿Qué salimos a buscar? ¿A un impostor que enfrentara la corrupción, la madre de todos los males, y que luego, con arreglo a fines, se vendiera a precio de feria? ¿A un repentista o a un anchorman? ¿O a un líder que convenciera al país que podía romper con su destino fatalista sin hacer concesiones legales o morales?

La coherencia no es una de nuestras virtudes; lo saben los conservadores o los seguidores de Vargas Lleras, hoy condenado al ostracismo por su convicción, que otros llaman hipocresía. (¿Es osado decir que ese millón y medio de votos fue antisantista y en parte antiuribista?)

Y lo saben en el Polo, donde no entienden el llamado al bumerán de la abstención o al voto en blanco que dejarían sin contrapeso a la clientela frentenacionalista de la U. ¿No fue Petro quien dijo que en la segunda vuelta había que votar por “el menos malo?”.

El descontento con el sistema y las prácticas políticas crece. El partido de los ciudadanos es una necesidad a gritos. A menos que prefiramos el tortuoso camino de miedo y resignación. Esos coherentes y los que no sufragaron, más de la mitad, tienen la palabra.

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